martes, 11 de junio de 2013

Amapolas

Un globo naranja giraba en círculos dentro de un remolino de aire. Ella cruzó por medio con sus botas azules. Nadie en la plaza parecía fijarse en aquel globo que como el del cortometraje Le ballon rouge parecía tener vida propia.

Al otro lado de la calle en un cine antiguo se anunciaba un estreno ¿cómo habría sobrevivido aquella sala? Seguro que tras la resistencia del Rex se encontraba la figura de un apasionado cinéfilo que se aferraba al proyector y luchaba por abrir el viejo telón granate una vez más.

Un gato callejero patrullaba la salida trasera del edificio; ningún otro felino del barrio osaba meter sus bigotes en cualquiera de los siete contenedores de residuos que allí había. No se arriesgaban a quedarse sin vidas en el intento.  

El devenir de las cosas, un ir y venir ajetreado, el tranvía cerrando sus puertas… Nadie había echado de menos las amapolas en aquel mayo lluvioso y sin embargo ella, cada día las añoraba.


Todo era diferente, hasta el sabor del café, más amargo. Y el cielo más gris, y el horizonte más negro… Y en cambio su interior era como aquel globo, una danza incansable al son del viento; que hoy soplaba tranquilo, de poniente, trayendo consigo el olor del verano.