La parte de atrás del
billete de autobús me sirve para escribir estas líneas; son líneas de domingo,
de viaje, de vientos de cambio, de falta de sueño y pedacitos de dentro. Y pienso: no me tendría que haber tomado la segunda coca-cola, me habría dormido antes siquiera de haber salido de Vitoria y me habría evitado esa peli ñoña... Y debería haber hecho más fotos, hubiera gastado la batería del iPhone y así no habría tenido que darme cuenta que aunque lo quiera, aunque esté cerca, aún no he podido escribir mi gran éxito 'Road to indifference'.
Y hoy toca Bruce Springsteen
y pienso (como las últimas veces que he sabido que tocaba): la próxima en cuanto
me entere compro la entrada sin pensarlo.
Y sé que hoy es un
domingo diferente porque el nudo en la garganta, ese que contiene todas las
lágrimas de todos esos domingos reflexivos se esfumará y en mi cara se dibujará
una gran sonrisa, de esas en color y High Definition.
Miro hacia fuera. Una
señal en la carretera indica 24 kilómetros a Aranda de Duero y estando lejos me
siento en casa y miro con añoro este campo al que seguro volveré a recurrir
mentalmente cuando me sienta extraña. Porque siempre lo hago.
Y no ha llovido aunque
las nubes y los vientos eran de tormenta, y socialicé sin ser sociable y te
echaré de menos sin conocerte, y caminé descalza por la playa para sentir el
latir de un mar en calma.
Y viajé, viajé mucho sin
moverme de la silla, rememorando aquel lugar que siendo real pareció sueño. Y
soñé volver y ¡por soñar que no quede!, cambiar el mundo desde allí lejos.
Tras las gafas de sol se
esconden mis ojos y un deseo: que la próxima lágrima no sea salada.
...Y pensé: algún día
tengo que volver a la Luna.