Jueves 30 de Junio de 2011
Desembarcamos.
En el barco se produce la primera despedida; gracias al intercambio de contactos nos enteramos de algo gracioso ¡Gaya en realidad se llama Gayantoniete!, también nos despedimos de Peterchapas. Ambos vuelan esta tarde a Oslo y de allí a los States.
No es tarea fácil sacar todo nuestro equipaje del barco y con él, nevera llena de pesadas muestras incluida, comienza nuestro periplo por Tromsø. Ha amanecido lloviendo y bajo esa fina lluvia nos hemos acercado a los almacenes del muelle para etiquetar el palé que se había quedado en tierra y asegurarnos de que todo nuestro equipo está junto para que no haya problemas en el envío.
Al llegar a la Universidad en taxi y acompañadas por Sigrid, quién va a ayudarnos con la logística allí (proporcionarnos llaves, enseñarnos dónde podemos tomar un café...), me doy cuenta de que me he dejado en el barco el scintillation liquid, reactivo que necesito añadir a mis muestras antes de introducirlas en la máquina supersónica; lo he abandonado en la mesa donde habíamos dejado todo el equipaje, entre mochilas y maletas. No me extraña pues ando con la cabeza llena de obligaciones, tengo una larga lista mental de tareas por hacer antes de poder regresar a casa. Por razones inherentes a mi personalidad no suelo permitirme ese tipo de fallos, soy de ese tipo de personas que no soporta olvidar o perder cosas, pero Inés enseguida me tranquiliza. Dice: eso te pasa por no ser despistada, si lo fueras no te sentirías culpable, te parecería lo normal. En cierta manera tiene razón. No tiene la menor importancia, pues Christian y Marit aún están en el Helmer Hanssen. Así que cualquiera puede encargarse de acercarlo a la universidad cuando traigan su propio material. La solución es fácil y pronto me perdono.
Abandonamos todos nuestros trastos junto a la entrada principal y comienza mi trabajo en la Universidad, al que Inés me ayuda con el fin de que ambas podamos descansar lo antes posible. Of course we are the best team ever known!... Sube escalera, baja escalera, coge muestras de aquí, échales el líquido allá, ponlas a medir en la máquina supersónica, consigue todas las llaves mágicas (la del almacén del sótano donde están los congeladores en los que se encuentran las muestras que dejé sin medir de la anterior campaña, la del laboratorio de la segunda planta en el que está la campana en la que tengo que trabajar para añadir a todos los viales el scintillation liquid, la del laboratorio de radioactividad, en el tercer piso, en el que se encuentra el scintillation counter y la tarjeta para no quedarme encerrada dentro si trabajo hasta más tarde de las tres)...
Sigrid resulta encantadora y divertidísima a pesar de que estamos retrasando su llegada a casa y el reencuentro con sus tres hijos. Nos confiesa que antes de verles ha de comprarles un regalo y que no sabe qué llevarles. Cuando por la noche le preguntamos qué ha comprado nos dice que un regalo para toda la familia; en una tienda de tés de Tromsø ha adquirido imanes y algún que otro chisme-cacharro. ¡Se ha salvado de recibir las caras de decepción que le hubieran puesto si hubiera llegado con las manos vacías!
Allí en el hall de la Universidad, con el trabajo casi terminado por hoy, sólo haciendo un poco de tiempo para darle al start en la máquina supersónica (pues el scintillation liquid tarda unas horas en hacer su efecto), nos tomamos unos sandwiches, provisiones que habíamos guardado acertadamente del desayuno del barco, ¡menos mal porque la cafetería está cerrada y nosotras completamente starving!
Conseguimos llegar al Scandic Tromsø Hotel pero enseguida nos marchamos, pues queremos aprovechar la tarde “de tiendas” por el centro. Tras hora y media de rodeo a la montaña llegamos a town center.
De paseo y shopping: mira esta tienda, y tal otra. ¿Has visto que feo es esto? ¿y si te pruebas aquello? ¿Cuántos euros son 150 Krons? ¿Cómo puede costar esto 80 euros?... y así transcurre la tarde.
Siento que ambas campañas se han juntado, Madrid es un sueño intermedio que hace tanto tiempo que pasó que puede que no sea cierto... Tanto tiempo en ropa de deporte, con botas de montaña o con suerte deportivas; sin nada más allá del tiempo que ha dado para lavarse los dientes, gel, champú y poco más. Sin peinar, ni por supuesto pintar, arreglar o cuidar la imagen mínimamente. Y realmente te das cuenta que puedes vivir con muy poco, que nada es imprescindible, pocas cosas necesarias pero... Inés and I wanna feel as girls and just do such a stupid things... pues como bien decía Lara las campañas te embrutecen. Pasamos una nice afternoon de paseo y curioseo por las tiendas de Tromsø... ¡qué librería tan chula! Y... ¿has visto esas sandalias? ¿aquí usarán de eso?
Compramos provisiones para la comida de mañana y cuando se acercan las ocho nos acercamos al lugar donde creemos hemos quedado para cenar, pero ninguna de las dos habíamos prestado la atención suficiente cuando nos explicaron dónde estaba la pizzería, así que nos equivocamos de restaurante. No puede ser que a en punto no haya allí nadie así que comenzamos a dudar de nosotras mismas, bueno de la decisión que nos ha llevado a permanecer a las puertas de Pepe’s pizza, una casa roja en la main square. Entonces me acuerdo de una frase de Marit: close to the SAS Hotel y descubrimos nuestra equivocación. Conseguimos dar con la pizzería correcta situada en otro de los múltiples edificios rojos de Tromsø donde ya están todos los compañeros de campaña cerveza en mano y con elegante apariencia. Nosotras con nuestras aún pintas “de campaña”, las bolsas del supermercado y souvenirs adquiridos colgadas del brazo y la cara de “sentimos llegar tarde”.
A la mesa Sunjee, Marit, los Quebecuas (Jean and Johannie), el oso polar (Christian), Ingrid, Hans, el jovenzuelo (el marinero novato) y Sigrid; un grupo de gente genial. Entre las más divertidas de la cena están Sigrid e Ingrid que a efectos nominales son las Lara y Clara de la anterior campaña. La verdad es que hemos compartido esta campaña con gente divertidísima, encantadora, entrañable, interesante... sin duda un buen equipo que se reúne a cenar y tomar unas cervezas después de la ley seca del barco; entre risas la sugerencia de un crucero científico por un lugar más cálido, el Mediterráneo... ¡¿Quién sabe?! pues la vida ya me ha demostrado que nada es imposible.
Marit nos alaga regalándonos algún que otro piropo durante la cena, dice: si todos los Master students son como vosotras estoy segura que la ciencia del futuro... ¡brillará! ¡¡¡Gracias!!! Qué halago. Para mí ese es el principal adjetivo para definir tanto la luz del Ártico como la belleza interior de los compañeros de esta aventura... brillantes... ¡deslumbrantes!
Mi sentimiento es de agradecimiento por haber vivido esto, haber podido participar, conocer lugares impresionantes, compartir mi “novatez” con las vivencias de personas geniales, saborear una experiencia única que me ha permitido sacar un trabajo adelante pero también reflexionar, enriquecerme...
Queríamos haber grabado un vídeo para nuestros compis de la primera aventura desde el Ártico pero no da tiempo. A lo largo de esta campaña Inés y yo hemos sido poseídas por los distintos espíritus e incluso hemos intercambiado nuestras personalidades así que pensábamos aparecer las dos en el laboratorio bailando el shake it al más puro estilo Laramadonna y después Inés aparecería ataviada con las gigantescas botas de Peter diciendo ¿tu lavas tu chery con tu mano? ¡qué asco! Yo compro una toalla pequeña y gorda en Planisi, todo ello con el consecuente acento y yo por detrás aparecería con un palo de piruleta en la boca y múltiples pipetas (en vez de la multipipeta) en la mano dándole un grito: ¡Inéeeeesssss! Más tarde Inés tenía que aparecer corriendo de acá para allá apuntando cosas en un papel y yo parada con un pie en el aire y un dedo sobre los labios a lo biscuit. Ambas pensábamos concluir el video sentadas en Proa, navegando sobre las olas del Mar de Barents, sufriendo el viento del norte y bajo el sol de medianoche dedicando unas cariñosas palabras a esos tres chalados a los que estos días hemos echado de menos.
A una hora prudente nos despedimos de los compañeros entre brindis, abrazos y promesas de volver a vernos y cogemos un Taxi al hotel. En Tromsø, bajo el sol de medianoche... TAKK (to Helmer Hanssen and all the scientist on board on its first cruise) and GODNATT!!!
Viernes 1 de Julio de 2011
9:00 Después de una ducha bajamos a desayunar, el Scandic Hotel nos sorprende con un buffet libre de los que uno no sabe por dónde empezar...
Bajamos al mercado a comprar salmoncito, para llevar a casa “de contrabando”.
En la habitación del hotel repartimos enseres personales, mezclados después de estas semanas de convivencia, e Inés termina su maleta. En el ordenador suenan Moriría por Vos y Kamikaze de Amaral.
Pronto llega la despedida, un taxi recoge a Inés con su equipaje y la pesada nevera llena de muestras en la puerta del hotel. Ambas tenemos energía para afrontar el día y una sonrisa, pues sabemos que pronto estaremos disfrutando de la calidez y lo cotidiano en casa. Aunque aún estamos viviendo el final de la aventura ya lo recordamos con cariño. ¡Cuídate! ¡Nos vemos en las cálidas playas mallorquinas disfrutando un copazo con bien de hielo!
Yo comienzo mi paseo hasta la Uni haciendo honor a mi nombre, pues cual Clara la de Heidi recorro el camino por el bosque parándome a observar y fotografiar lo que me rodea, aquello que a pesar de ser 1 de Julio para mí es la primavera; agua del deshielo fluyendo por arroyos ladera abajo, espectaculares flores e insectos polinizándolas. El sol brilla.
A las 11 llego a la Universidad, donde hago mi trabajo: abre tapón, añade 5 mililitros de scintillation liquid a cada vial, cierra tapón, espera a que los viales que están desde ayer en el counter terminen de ser medidos, prepara el fichero para los datos... Pero también dedico tiempo a otras cosas; como y me despido de Marit, que se va corriendo a una reunión. La tía María ha sido mucho más que una buena jefa, ha sido apoyo, ayuda, cercanía, amabilidad, incluso amistad y sobretodo diversión.
A las 16 horas comienzo a colocar las 315 muestras de esta campaña en la máquina supersónica. Cerca de las cinco y media, habiendo dejado todas las llaves en un sobre en el casillero de Sigrid salgo por la puerta de la universidad de Tromsø. Mi trabajo en Noruega ha terminado.
Pasadas las seis llego caminando al hotel. Happy go lucky me entretiene en mi última noche bajo el sol de medianoche. Cerca de las doce y media apago la luz, en tres horas sonará el despertador que dará comienzo al largo viaje de vuelta a casa: Tromsø, Riga, Londrés, Madrid.
Sábado 2 de Julio de 2011
A las cuatro de la mañana en la recepción del Scandic Hotel de Tromsø con un café cargado en la mano y mucho sueño. La recepcionista me facilita la vida, un taxi en la puerta y un sándwich para más tarde. Hace frío, dos forros polares sobre la camiseta de manga larga a pesar de ser 2 de julio. En el aeropuerto facturo mi maleta a destino pero aún no han abierto los controles. Espero; palabra que va a definir mi largo recorrido zigzagueando por Europa para conseguir llegar a casa.
Air Baltic me lleva a Riga, Letonia, donde nada más poner los pies en tierra me sacude una bofetada de calor pegajoso, como aquel de Venezia de junio de 2008. Bienvenida al verano. Me quito capas y consigo conectarme a internet para mandar algunos mails de “fin de campaña”, que si le tengo que pedir a Elisabeth un favor, contestar a la Flower child que tras un viaje de locura consiguió llegar ayer por la noche a Palma, contarle a Johnna cómo están las cosas... En Riga es una hora más, ¡qué jaleo! El avión despega a las 11:35 hora local y aterriza a las 12:25 en Londres pero en medio pasan dos horas cincuenta minutos, segundo cambio horario del día. En este tiempo, también a bordo de un avión de Air Baltic, disfruto de las nubes y me leo ¡Indignaos! que me sabe a poco; aún queda en mi interior mucho de aquel espíritu revolucionario que nos invadía pancarta en mano a los quince años, y de esa idea de que está en nuestras manos cambiar el mundo, que aún no está todo perdido y que las acciones individuales sumadas pueden ser un gran movimiento que acabe con el absurdo sistema político, económico y social que rige el mundo; que está en nuestro poder conseguir que éste sea mejor en el futuro, que no es una utopía sino una posibilidad real que requiere compromiso y trabajo pero que es factible cumplir el sueño de conseguir para las generaciones futuras un mundo más justo y con su salud y la de sus habitantes y ecosistemas menos comprometida.
En Londres sigo los carteles de flight connection de la terminal S de Gatwick y de pronto me veo en una sala amplia pero vacía, en algún lugar de ninguna parte entre la terminal de salidas y la de llegadas, ajena al bullicio del aeropuerto. Aparece un empleado que pone en marcha la cinta y el detector de metales, ni siquiera me hace sacar el portátil de la mochila, es el final de su turno de trabajo y no está muy por la labor de esmerarse en su tarea. Mira mis papeles sin prestar atención al pasaporte y comprendo que no se ha visto en una situación tan difícil en su vida. Una chica que empezó a viajar hace horas en algún lugar de ¿Noruega?, acaba de aterrizar procedente de Riga y no dispone de la tarjeta de embarque para el próximo vuelo, para el cual aún faltan más de cinco horas... llama a la supervisora, que en absoluto es más espabilada que él, y se desentiende.
Menos mal que no voy con prisa pues para conseguir la ansiada tarjeta el procedimiento es increíblemente lento y complicado. Desde la misma sala fantasma hay que hacer una llamada desde unos teléfonos situados sobre mostradores que lucen carteles de diferentes aerolíneas y esperar; primero a que la llamada sea respondida y después a que alguien del personal de AirEuropa se presente allí para hacer el trámite y poder salir del limbo entre terminales en el que me encuentro.
Durante la paciente espera un portugués que mantiene una pulcra apariencia a pesar de llevar en su espalda un largo viaje que comenzó 24 horas atrás en Australia entabla conversación conmigo, primero en inglés y luego en un reducido pero amable castellano. Siempre he valorado esa amabilidad que lleva a los portugueses a tratar de comunicarse con nosotros en nuestra lengua, pues igual de vecinos somos nosotros de ellos y no nos sacas del boa noite y del muito obrigado... Está en la misma situación que yo, tras la correspondiente llamada ha de esperar a que alguien de la aerolínea con la que va a viajar a Lisboa se presente en aquella sala fantasma. Él también viene de trabajar en un crucero, pero no científico ni Ártico sino turístico por el Pacífico.
Tras largo rato aparece una señora que en nombre de AirEuropa me proporciona mi última tarjeta de embarque y se preocupa por mi maleta. Horas después en el mismo Gatwick veo a través de la ventanilla del avión como la cargan en la bodega lo cual me evita la incertidumbre de pasar las siguientes horas dudando sobre si aparecerá en la cinta de equipajes de barajas.
Cuando consigo salir de la fantasmagórica área de flight connection me doy cuenta que estoy completamente hambrienta, aunque en Londres sean sólo la una y cuarto han pasado más de diez horas desde que desayunara aquel café en la recepción del Scandic Hotel. Me siento en un banco frente a la elegante tienda de Harrods y saco la bolsa de comida de la mochila. Aunque lleve dos días comiendo jamón, queso y tomates cherry ¡me sabe a gloria!
Tengo cuatro horas de espera en las que recorro la mayoría de las tiendas del aeropuerto curioseando y tratando de encontrar en las librerías y quioscos de prensa algo de literatura en castellano pues estoy del inglés... Pero es misión imposible. Pienso en entretenerme con el ordenador incluso en comprarme algún dvd para amenizar la espera con una película pero los enchufes británicos son diferentes y no dispongo de adaptador para cargar la batería del portátil. Otra opción de posible entretenimiento descartada.
Harta ya de deambular por la terminal me meto en una agradable cafetería. Cuando ya he hecho mi pedido descubro que ni aceptan tarjetas de crédito ni tengo libras... ¡qué complicación! Me permiten pagar con euros pero me dan el cambio en peniques, que se suman a las coronas noruegas de mi monedero... ¡vaya colección inútil de calderilla! Aún así agradezco el té calentito y el descanso.
Parece muy inglés eso de tomar en Londres un té cerca de las cinco de la tarde, de hecho lo es pero para mí es simplemente el momento reconfortante en el que consigo adquirir fuerzas para afrontar el resto del viaje. Desde el año de Irlanda el o los tés diarios no faltan en mi vida ¡con lo cafetera que yo era!
Allí sentada leyendo un periódico deportivo que me encuentro sobre la mesa y que está dedicado casi por completo a la victoria de Nadal ante Murray en semifinales de Wimbledon me entero que mi vuelo a Madrid ha sido retrasado aparentemente una hora, finalmente serán casi dos.
En ese mismo lugar me encuentro una libra que junto con los peniques del cambio gasto en un cuadernillo de sopas de letras, ¡ya tengo entretenimiento para la espera y el viaje aunque sean sopas en inglés!
La paciente pero desesperante espera en Londres finaliza cuando después de más de seis horas allí consigo embarcar en el estrecho avión de AirEuropa, estrecho porque dispone sólo de dos asientos a cada lado del pasillo. Comparto viaje con un Georgiano que alucina con la burocracia española cuando las azafatas le proporcionan una ficha de datos que ha de rellenar todo viajero extracomunitario para entrar en España; también se sorprende de que yo me dirija a él en inglés, le han debido decir que viaja a un país en el que la lengua de Shakespeare es una gran desconocida... pues así es, o era, porque por suerte esto está cambiando.
A las diez menos cinco aterrizo en Madrid. Mi maleta sale de las primeras. Fuera, en la terminal uno, es de noche y hace calor. Pronto descubro las infinitas posibilidades de Madrid pues comparto unas agradables cerves acompañadas de pintxos y tapas pasadas las once en las terrazas de Ibiza, no la isla sino el vecino barrio cuyos bulevares de noche se refrescan con la brisa del Retiro.