- Deberías airearte un poco. ¿Cuánto
llevas encerrada?
Fuera
unos tenues rayos de sol, los primeros que se atrevían a salir tras el frío
invierno, se colaban entre las ramas del abeto. A lo lejos el discurrir del
deshielo en un arroyo y el aleteo de un mirlo sobre las densas copas. Aún hacía
fresco.
Parecía
pronto para salir, pero la ardilla desperezó sus meses de hibernación de un
salto y salió de la madriguera. Debía volver a llenar su despensa. Correteó
unos minutos entre la nieve y por fin encontró la primera piña.
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