¡Qué fácil es coger una rutina!: 8:00 desayuno, 12:00 comida, 19:30 cena, a las 15:00 una charla sobre el Tratado Antártico (o lo que toque)…
Hoy, después de una noche con mucho movimiento en el barco debido a vientos de 40 nudos, hemos terminado de cruzar el Pasaje de Drake en dirección a la Antártida y hemos llegado a las islas Shetland del Sur, a unos 62º de latitud sur.
Antes de llegar a ellas hemos podido avistar algunas ballenas y nos hemos cruzado con icebergs.
Hemos entrado por un canal entre dos de las islas Shetland, justo al este de la Isla Decepción. Y hemos podido ser testigos de la pericia del capitán en el puente de mando, pues hemos ido de visita justo en el momento clave en el que se encontraba añadiendo a la pantalla de navegación la línea de batimetría de 50 metros de profundidad para que sirviera como “límite” lateral al paso del barco por el canal y asegurar que no se corriera ningún riesgo.
El cruce del Pasaje de Drake ha durado dos días y desde las Shetland tenemos otras 10 horas de navegación hasta que podamos hacer los primeros desembarcos mañana en Punta Portal y Puerto Foyn, tras atravesar el Canal de Bransfield.
Al poco de pasar las Shetland, una imponente isla, cuya forma he reconocido, ha aparecido entre la niebla y las nubes a estribor, Isla Decepción. Su nombre es lo único feo en ella.
Flanqueada por imponentes icebergs (algunos con pingüinos sobre ellos) e iluminada por la luz del sol de la tarde (aunque ya hay sol, o por lo menos día, las 24 horas) ha sido una imagen que será difícil olvidar.
El momento ha sido amenizado por diversas ballenas que hemos ido avistando mientras bordeábamos la cara sur de Decepción y la dejábamos atrás. Incluida una familia de madre, padre y cría de ¿orcas? que hemos visto desde la cubierta de proa justo antes de entrar a cenar.
Tras la cena, peli sobre Amundsen.
Hoy han aprovechado para repartirnos chalecos salvavidas, el mío es el 18, y botas de goma para los desembarcos, y nos han explicado la normativa de seguridad en la Antártida. Algunos animales se encuentran afectados por el virus de la gripe aviar (lo cual va a trastocar ligeramente los planes de la expedición y hace imprescindible extremar las medidas de seguridad).
Es agradable la vida en el barco, a pesar del vaivén y la incomunicación. La comida es más sana y de mejor calidad de lo que esperábamos y la tripulación y los guías son muy amables.
Ya hemos aprendido el grito de guerra de Fabián, el encargado del bar, que acaba los mensajes por altavoces con su motivacional: uh-uuuhhhh!
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