viernes, 24 de junio de 2011

Intentando "hacer ciencia" en el Ártico...


Jueves 23 de Junio de 2011

   Anoche estuvimos esperando para muestrear el CTD de agua de diferentes profundidades representativas del perfil; la roseta que debemos muestrear en cada estación para Amanda, esa desconocida que no ha venido a ninguna de las dos campañas pero que nos mantiene atareadas todos los días. Yo ni siquiera me he comunicado con ella, quizá no sepa ni que existo. Tampoco hemos recibido de ella una nota cordial o un mero agradecimiento y eso que le van a llegar más de 50 kilos de pequeñas muestras que probablemente le solucionarán parte de su tesis de doctorado. No quiero decir que necesite que se agradezca mi trabajo, pero esto es un gran favor, o un buen marrón (what a brown! decimos nosotras tomándonoslo con humor) y por lo menos creo que debería interesarse de vez en cuando por saber cómo van las cosas.
   Pues en esas estábamos, desde las 21:30 de la noche esperando que llegara la hora prevista para muestrear, muertas de sueño e impacientes por hacerlo e ir a dormir cuanto antes, pues hoy debíamos levantarnos too early in the morning.
   Casi las doce marcaba el reloj de la Instrumental room cuando por fin llega la hora de hacer la maniobra. Tomamos los datos de la estación en el cuaderno (latitud, longitud, hora UTC de muestreo, profundidad a la que se va a llenar cada botella...), esperamos los más de 20 minutos que tarda la roseta en subir de nuevo a bordo y bajamos corriendo a muestrearla. Pero al llegar allí nos damos cuenta que los dos marineros que se han encargado de tirar el CTD al mar y recogerlo tras su viaje por más de 200 metros de profundidad de agua ártica no tienen buena cara. Ha habido algún fallo en el sistema de cierre de las botellas y deben arreglarlo y volver a tirar el CTD al agua... ya entonces intuimos que íbamos a dormir poco. Hicimos tiempo tomando un vaso de yogur líquido y unos cereales en el comedor, volvimos a tomar los datos de las pantallas en la Instrumental room y bajamos de nuevo a esperar la llegada del agua para Amanda. El segundo intento también fue fallido. Pasaba la una de la noche cuando nos informaron: ¡abortamos misión! Otros científicos llevan rato esperando para empezar sus maniobras, que si alguien tiene que coger una red, el otro instalar unas trampas de gel no sé dónde... El horario durante la estación es así, si te demoras un poco retrasas el trabajo de las otras 20 personas. No era culpa nuestra, ni de los pobres marineros que hacen todo lo que pueden por mantener el ritmo y ayudar lo máximo posible sea la hora que sea. Simplemente a veces las cosas no salen según lo previsto. Entonces se nos propuso realizar la maniobra en torno a la hora de comer de hoy. Sin agua, con sueño y con el sentimiento de haber perdido el tiempo pudiendo haber estado en la cama hace horas nos vamos a la cama. Toca dormir poco.
A las 6:15 en pie. Legañas, cereales, un té calentito. El barco está casi desierto. Fuera está la frontera con el hielo polar (Ice Polar Front) y frío, mucho frío. A las 7:00 muestreando. Rellena garrafas de la roseta: la primera es de agua de superficie para empezar el segundo experimento en los baños de temperatura de cubierta; el segundo CTD es de agua de superficie, del máximo de clorofila e intermedia entre ambas profundidades, para las incubaciones en los tubos (Inés) y el cubo (yo) a través de los cuales circula constantemente agua. Llena 60 mililitros de agua procedente de las garrafas de agua ártica recién cogida en cada botella de policarbonato, mis muestras para medir calcificación. Inocula isótopo, conserva 250 μl de muestra marcada isotópicamente en los viales A (y... ¡listos para ser medidos a la llegada a Tromsø!), mata dos de las cinco muestras que haces para cada temperatura (las del experimento con agua de superficie) o profundidad (las que cojo en cada una de las tres Main Stations e incubo en el cubo) para que actúen como blanco. Todo a incubar
¡que frío!
Trabajo casi tres horas en la zona de la roseta y la cubierta de pesca de arrastre, para que el agua de las muestras no se caliente y el fitoplancton no empiece a aumentar sus tasas de actividad (metabolismo, calcificación...) antes de tiempo. Si me meto a trabajar dentro del laboratorio, donde por fin se está calentito, el fitoplancton, cuyo ambiente es el gélido ártico, sufriría un fuerte shock térmico.
El problema es que el agua con la que estoy trabajando es puramente ártica, estaba en superficie a -1,2 ºC (no como la atlántica del primer experimento que estaba a 5 ºC); esto significa que esas tres horas que me separan de tener todo listo para la incubación yo las he de pasar trabajando a una temperatura parecida a la del agua... ¿qué mejor sitio que fuera para conservar la temperatura? La de las muestras digo, porque la mía la voy perdiendo poco a poco, igual que la sensibilidad y agilidad de las manos y proporcinalmente aumenta la contractura muscular y el enrojecimiento de nariz. Hasta las 10:15, cuando llega el momento de disfrutar un merecido desayuno.
Los baños de temperatura funcionan correctamente con la ayuda del anticongelante que les echamos al llegar a 78 grados norte, pues el primero debe estar ahora a la misma temperatura del agua de superficie que, como ya he dicho, es -1.2 ºC... ¡cómo para darse un baño!
12:30. De improvisto a muestrear el CTD para Amanda, el que anoche nos falló. ¡Qué susto! Menos mal que todo estaba preparado y que no llega en mal momento pues yo aún ando haciendo tiempo hasta que mis muestras terminen de ser incubadas.
Poco después una comida riquísima; entre otras cosas unos filetes de cerdo con salsa champiñones a la pimienta que me hace recordar los guisos de papá, el sabor a hogar.
Enseguida, sin sobremesa, me pongo a filtrar todas las muestras, una detrás de otra. Increíble pero cierto: la bomba funciona correctamente. No me da ningún problema y tardo menos de lo que pensaba en filtrar las treinta muestras. Poco a poco transcurre el día, sin parar de trabajar para cumplir con el timing del experimento y la estación programados para hoy. E Inés y yo lo cumplimos de sobra... ¡Somos unas máquinas!
A las 18:30, doce horas después de empezar a trabajar, estamos en el gimnasio con un CD de música energizante a todo volumen. Suenan los Black Eye Peas. Motivación máxima. Tonight is gonna be a good night... Y lo será porque vamos a poder dormir y descansar bien, ¡mínimo siete horas! Yo hago 15 kilómetros en la media hora que paso sobre la bici; pienso... ¡no está mal para hacer tantos años que no cojo una de verdad!
Un rato de estiramientos y a cenar sin duchar, que aún no se puede. Riquísimo salmón noruego, picoteo y ensaladas varias... ññññaaaaammmm. Una de esas cenas en las que picas un poco de cada y disfrutas de todo.
Después, aún en mallas, salimos a cubierta a fotografiar el hielo y el reflejo del sol que se cuela entre las densas nubes.
Hace frío, muchísimo frío. Nos resguardamos en el puente de mandos. Y allí, a las nueve de la noche junto al capitán nos despedimos del hielo; bye bye ice polar front... Nice to meet & to see you!!! Creo y espero no olvidar nunca este lugar tan mágico, este paisaje tan impresionante, este frío tan profundo y la sensación de vida y belleza que transmite al respirarlo, al contemplarlo, al descubrirlo, al sentirlo como propio...
Ahora en la Instumental room del Helmer Hanssen, mientras navegamos ya rumbo sur dejando atrás la frontera con el hielo, van divisándose cada vez menos icebergs por la ventana y me dedico a resumir el día en este diario.
Pienso en lo que me queda para mañana: quitar las muestras del shaker y dejar todo listo para empezar de nuevo. Llegaremos a la segunda Main station, pero nosotras no muestreamos en ella hasta pasado mañana a las siete de la mañana. Así que yo espero tener tiempo para ayudar a Inés (que la pobre tiene tela) y también para seguir divagando como de costumbre.
Son las once y media pasadas: a dormir. Con el pelo mojado y la sensación reconfortante de una buena ducha (se pueden usar pero no por mucho tiempo, desde ahora otras treinta horas no shower). Y rumbo al sur to the next station!

Viernes 24 de Junio de 2011

Sueño con que me retuercen el brazo por culpa de un armario que cerrado se abre sin llave. Bueno, en realidad por mi impaciencia ayer por la tarde para encontrar el ácido fosfórico; pues, a punto de acabar de inyectar los viales se me había acabado; tenía que preparar más en disolución y ni la llave del armario ni las personas que supuestamente la tenían aparecían por ningún lado. Pero vamos, que el armario no cumple muy bien lo de guardar los químicos con seguridad bajo llave... ;-)
Suena la alarma del móvil, de hecho las alarmas, porque la de Inés y la mía se turnan para avisarnos cada poco tiempo y decirnos una y otra vez ¡venga! ¡a levantarse! Y nosotras mentalmente contestamos: cinco minutitos más porfi...
A punto de que suene la llamada al desayuno nos deslizamos cama abajo, yo helada de frío como casi todas las mañanas desde que empezó esta campaña y con los ojos aún entornados subimos a desayunar. ¡Comienza otro día de trabajo en el Helmer Hanssen!
La mañana entre termina esto y prepara lo otro. Yo en mi minilaboratorio de radioactividad bien: dejo ya otras 90 muestras almacenadas en el congelador listas para ser medidas en el Scintillation Counter de Tromsø y todo pensado y preparado para el doble experimento y la estación que haremos mañana. Pero abajo, en el sótano, donde trabaja Inés y dónde hacíamos los míticos bailes Ojalá no te hubiera conocido nunca y escuchábamos el Yo soy el mejor durante ATP, Inés tiene que volver a preparar un reactivo porque por algún extraño motivo sale raro y así no puede usarlo para medir sus muestras de metabolismo. Y allí está Peter, ese estadounidense bobo y pesado que es very close of mind, se aburre mucho y nos da la lata cada minuto. Puff... ¡paciencia!
Compartimos el final de la mañana pues ayudo a Inés a fijar sus muestras y al terminar nos llaman para ir a comer; un pescado, bueno dos juntos (salmón y bacalao), envueltos en albal y asados con verduras en su jugo. Delicious!
Las comidas suelen ser una mesa compartida por seis o siete personas en la que se escucha francés (los canadienses entre ellos), noruego, inglés y por supuesto castellano (Inés y yo hablando entre nosotras y siendo entendidas sólo por un noruego, John, que estuvo unos años viviendo en Chile) y... ¡porque la italiana no tiene con quién hablarlo que si no...!
Pues hoy, Inés y yo sentadas junto a la ventana, compartíamos mesa con los dos canadienses encantadores (Jean y Johannie); con Sigrid, una simpática noruega; Gaya y Peter, que siempre está preguntando qué hacemos, cuestionando cómo lo hacemos y diciéndonos: Guys! This is NOT gonna work! Y luego... ¡¡¡siempre funciona!!! Bueno, pues en medio de la comida nos grita desde el otro extremo: ¡vosotras! Bueno: Guys!!! ¡Habéis tirados vuestros guantes en la basura que no debíais en el laboratorio!
Lleva así toda la mañana. Como se aburre ha decidido controlar quién tira qué a cada basura y hacía un rato nos había dicho lo mismo pero los guantes eran morados, es decir, sabíamos que no eran nuestros y el pobre Tobías (un finlandés con el que yo comparto el laboratorio de radioactividad aunque aún no nos hemos cruzado allí) ha dicho: sorry. They were mines! Y los ha puesto en la basura correcta. Luego es cuando a mí se me ha debido pasar por alto la “organización basuril” o, mejor dicho, la separación de residuos peligrosos; y he cometido el “grave error”. Cuando trabajo dentro del laboratorio de isótopos tengo el máximo cuidado para no contaminar nada ni a nadie  (“así me lo aprendí yo” gracias a Iñigo “the supervisor” y sus ejemplos gráficos sobre ¿el hijo de Inés? en la anterior campaña) pero ayudando a Inés manipulando agua la verdad que mucho sentimiento de peligrosidad no me inspira.
El caso que ya estaba bastante harta de que sea el tío tan pesado y ande ocioso controlando todo, hablando claro: dando por saco. Cuando ni siquiera entiende lo que el mismo hace... Parece cruel pero es que es poco listo de verdad. Bueno, pues después de poner cara de pocker en plan “mierda, he sido yo” y media sonrisita a modo de sorry me ha salido el carácter. Le he dicho muy cortésmente que estábamos comiendo que We wanna be calm y que we can talk about that after lunch IN THE LAB!!! Se ha hecho un poco el silencio pero creo que todos los científicos piensan lo mismo (que es insoportable, pesadísimo y falto) y llevaba pidiendo a gritos un corte así desde hacía varios días. Aunque en absoluto ha sido premeditado, simplemente me ha salido del alma. Si hubiera querido ser desagradable se me hubieran ocurrido un millón de frases como: Please, Could you shut up for a month?! Ó simplemente: Leave us alone!!! Pero no, me he limitado a hacerle saber que quería comer tranquila.
Acto seguido a mi intervención en plan: “stop, no voy a aguantar más tonterías”, mientras Sigrid aún se sonreía discretamente, el canadiense que estaba sentado a mi lado me ha dicho en bajito y riéndose I do too! E Inés con sonrisa de oreja a oreja casi incontenible me dice en castellano: Clara, vamos a disimular pero sobre lo que acaba de pasar... ¡Puntos para tí!
No ha sido a posta, simplemente quizá no esperaba que alguien fuera a contestarle y creo haber sido bastante educada; así que supongo que se mantendrá algo más al margen (lo que su aburrimiento y curiosidad le dejen) y que ésta historieta se comentará a sus espaldas y las mías en el barco. ¡Seguro! Por lo menos ha entendido que la comida es momento para descansar y disfrutar, no para andar tocando las narices con estupideces. Score!
Tras la sobremesa bajamos al laboratorio y de camino vemos que está previsto que a las cuatro y cuarto muestreemos el CTD de esta estación para Amanda... ¡y nosotras sin enterarnos! Un rato en el laboratorio con Inés, que hoy se está encontrando trabas pero va sacando todo adelante perfect, y sin tiempo para ayudarle me subo a la Instrumental room a tomar los datos necesarios. Pero hay retraso sobre el horario previsto, así que Hans decide darme conversación durante la más de media hora que me quedo allí esperando. Cuando por fin el CTD está arriba muestreo las doce botellas, bajo a fijar muestras, poner fecha a las etiquetas y almacenarlas.
Luego un rato de gimnasio y a cenar lasaña rica.

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