Sábado 18 de Junio de 2011
6:00 suena el despertador. ¡No es posible si me acabo de dormir! Pienso. He pasado mala noche, con frío por la brisa Madrileña que ha agitado las cortinas al colarse por el balcón y sed tras la copiosa cena por Lavapiés. Retraso el despertador pero dos duendes en la cocina preparan mis sándwiches para la comida y el zumo de naranja del desayuno.
6:25 me dejo caer de la cama. Empieza un largo día.
7:05 en el coche camino de Barajas por la M30. En una conocida emisora de radio suena Born in the USA.
7:30 despedida. Facturo la maleta, esta vez más ligera y mucho mejor hecha. Paso los controles. ¡Lista para volar!
Ahora, la una y media de la noche, volviendo a situarme bajo el espléndido sol de medianoche escribo éstas líneas desde el camarote 216 del Helmer Hanssen (antiguo Jan Mayen).
Hoy ha sido el cumpleaños de Inés, tanto ella como yo hemos pasado el día volando, cruzando Europa; ésta vez de sur a norte. Yo he tenido menos suerte que ella pues ya mi primer vuelo ha salido de Madrid con casi dos horas de retraso. Allí mismo, en Barajas a escasos quince minutos en coche de casa ya ha empezado la odisea.
Aterrizo en Frankfurt (dónde ya en principio sólo tenía 55 minutos para hacer la escala) más de media hora después de la hora prevista para el despegue de mi siguiente vuelo, pero no lo doy por perdido; pues los problemas no los tenía el aeropuerto madrileño sino el alemán, en el que hoy les ha dado por probar un nuevo sistema de aproximación. ¡Éstos alemanes!
Me entero que todos los vuelos que parten de allí están también sufriendo retrasos; así que, simplemente corro (ya me sé el camino) y confío que mi vuelo a Oslo no haya partido sin mí.
En la terminal 1 del aeropuerto de Frankfurt aparece corriendo una chica (yo misma) que se dirige a la puerta dos. Al otro lado de la estancia, 20 metros más allá la puerta dos se comienza a cerrar, el embarque al vuelo de Oslo está finalizando. Una azafata de las SAS grita Are you traveling to Oslo? ¡Me ha visto! Embarco en last minute boarding, sin aliento. Un autobús a toda velocidad me acerca a pista, voy sola y embarco en el avión la última. ¡Por los pelos! Más tarde descubriré que la maleta no fue tan rápido como su dueña. Se quedó en tierra.
Aterrizo en Oslo dos horas después, aunque mi maleta va facturada a destino en el aeropuerto de Oslo siempre me obligan a refacturarla así que espero paciente ante la cinta de equipajes intuyendo lo que pronto se confirma ¡mi maleta no aparece!
Allí, en Oslo, en principio tenía dos horas para hacer la escala así que recupero parte del tiempo perdido por los “vuelos delayed”. Aún así no voy bien de tiempo. Me acerco al mostrador Arrival service de las SAS, después de aguantar una desesperante cola, sin ya casi tiempo para llegar al embarque del vuelo a Tromsø consigo exponerle mi situación a una agradable Noruega, me dice: olvida tu maleta y reclámala desde Tromsø Just run!!! Y eso es lo que hago, atravesar dos pisos del aeropuerto de Oslo corriendo.
Entonces llega el siguiente obstáculo de la carrera, no tengo tarjeta de embarque y las máquinas automáticas para adquirirlas me informan: contact SAS crew, your flight is closed. Por suerte aparece un amable empleado de las aerolíneas escandinavas y me lleva al “mostrador de los casos casi perdidos”, me dice: all right, you are on time. ¡No me lo puedo creer! Me da la tarjeta de embarque, me hace pasar por un control policial obviando toda la cola del control normal y me grita Run!!! Gate therty four!
Había hablado con Inés cuando esperaba ilusa ante la cinta de equipajes, ella está a bordo del vuelo a Tromsø y le ha dicho a la tripulación que me esperen. Otra vez se repite la historia: chica corriendo, puerta de embarque a decenas de metros cerrándose, personal de las SAS que se da cuenta.
Con las manos cargadas con todo lo que había ocupado las bandejas del control policial (cinturón, reloj, documentación, abrigos, ordenador y mochila) entro, también la última, en el avión que un par de horas después aterrizará en Tromsø. Entonces me doy cuenta de la tensión, nervios y estrés que he acumulado a lo largo del día gracias al nuevo sonar de la torre de control de Frankfurt.
En Tromsø comienza la siguiente batalla; saber dónde está mi maleta y reclamarla. Sabiendo que en poco más de doce horas está previsto que zarpe del puerto el Helmer Hanssen.
Con las manos cargadas con todo lo que había ocupado las bandejas del control policial (cinturón, reloj, documentación, abrigos, ordenador y mochila) entro, también la última, en el avión que un par de horas después aterrizará en Tromsø. Entonces me doy cuenta de la tensión, nervios y estrés que he acumulado a lo largo del día gracias al nuevo sonar de la torre de control de Frankfurt.
En Tromsø comienza la siguiente batalla; saber dónde está mi maleta y reclamarla. Sabiendo que en poco más de doce horas está previsto que zarpe del puerto el Helmer Hanssen.
Aunque las primeras noticias no son muy buenas parece que finalmente mi maleta está, efectivamente, en Frankfurt. El amable noruego que hace el parte de incidencia debe de compadecerse con mi cara y mi historia. Cualquiera puede pensar que no tiene mucho sentido recorrer el Mar de Barents sin ropa. Se toma su trabajo en serio y me dice que mi maleta viajara por la noche a Oslo y que muy probablemente allí la embarquen en el primer vuelo de la mañana a Tromsø. Ahora sólo queda confiar que así sea y decírselo a la jefa de campaña, pues la hora prevista para zarpar son las 8:30 de la mañana de mañana domingo y, para entonces, mi maleta aún no habrá llegado.
Inés y yo intuimos que nuestro camarote será uno de los del sótano, así es, el 216. Algo más espacioso que nuestro hogar durante la anterior campaña, también de tres camas pero esta vez con baño propio. El único inconveniente, que se corresponde con la parte derecha de la proa del barco; así que se nota más el vaivén y sobretodo el ruido propio de la navegación en el Mar de Barents, que no es demasiado calmado que digamos.
Tras descubrir que no sólo le han cambiado el nombre al barco, sino también a nosotras pues el cartel de la puerta dice Clara Urzaiz e Inez Mazarrasa; nos disponemos a pasear. Salimos del barco bajo un sol que calienta bastante y la animada conversación nos hace olvidarnos del rumbo al caminar, así que paseamos en la dirección equivocada durante casi media hora.
Cuando nos damos cuenta cambiamos el sentido, paramos a comprar un cepillo de dientes para mí y algo para cenar en el barco y pasamos bordeando el puerto hacia el centro de Tromsø, a dónde nos dirigíamos desde un principio y que tan sólo estaba a 10 minutos caminando desde el barco... Bueno, por lo menos hemos estirado las piernas.
Entonces llega el mejor momento del día, la pinta de cerveza de celebración de cumpleaños, sentadas en una terracita en la calle principal.
No nos demoramos mucho pues el hambre nos hace volver al barco. Cenamos at Spanish time bajo la atenta mirada de la tripulación que son sin duda mucho más agradables que los de ATP.
Tras la cena comienza el trabajo, empezamos a desembalar e instalar “nuestros cacharrímetros”... ¡Ocupamos el barco! El cual luce glorioso en el puerto, pues aún está adornado con banderines, restos de la ceremonia de rebautizo. Y estrena letreros con su nuevo nombre recién pintado, sin embargo, aún queda la sombra de los que rezan Jan Mayen.
Domingo 19 de Junio de 2011
7:00 nos levantamos. Ya en la cola del desayuno nos encontramos a Marit, había tratado de contactar con ella la tarde anterior sin éxito; así que, en cuanto le veo le expongo mi situación. Yo conseguí llegar, mi maleta no. Ambas pasamos la mañana tratando de contactar con los servicios de “equipajes” de los aeropuertos de Oslo y Tromsø, pero las decenas de llamadas no hayan respuesta.
El primer vuelo procedente de Oslo aterriza a las 11:25 así que allí estaremos ambas con antelación para ver si tenemos suerte y han embarcado en él mi maleta. Ni siquiera estamos seguras que llegara anoche a Oslo, así que sólo queda esperar que todo vaya bien. Yo con resignación y cierta preocupación o sentimiento de culpa, pues el barco retrasa su hora de partida tres horas. Además yo debería estar ya trabajando, montando los experimentos, no buscando maletas.
Se me dice claramente: si tu maleta no llega en el primer vuelo, nos vamos sin ella. Pienso que nada es imprescindible pero no me hace ninguna gracia irme sin botas ni mi cuaderno de laboratorio y sobretodo irme sin el cargador de la cámara de fotos...
Marit, la jefa de campaña, es muy amable y atenta conmigo. Me ofrece un Plan B. Si no hay maleta iremos a su casa y yo podré coger de allí la ropa que necesite, compraremos algo de aseo y volveremos al barco para cruzar hacia el norte el mar de Barents. Se lo agradezco muchísimo, igual que a Inés que me ha ofrecido compartir la escasa ropa que se ha traído para ella misma pero, sinceramente, no me veo yo llevando las bragas de la jefa...
Después de varias horas de espera e incertidumbre a las 11:15 llegamos Marit y yo en una furgoneta de la Universidad al aeropuerto. Nos atiende una señora que en un principio pone una cara que a mí no me gusta nada. Me hace pensar que se acabó toda esperanza, pero comprueba el número de referencia en el servidor de internet y finalmente sonríe. Mi maleta está a bordo del vuelo que aterrizara con algo de retraso pero en los próximos minutos en el aeropuerto de Tromsø. Cuando finalmente veo aparecer mi maleta en la cinta de equipajes casi no me lo puedo creer y entonces sonrío por primera vez desde que me bajé del coche en Barajas. Y me doy cuenta que llevo día y medio con una camiseta en la que hay una fotografía de una maleta y de un avión entre otras cosas... resulta gracioso. Para los compañeros del barco será fácil recordarme como la chica de la maleta.
Tenemos que pasar a dejar la furgoneta en la Universidad, después al barco y zarparemos.
12:25 en un taxi camino del Helmer Hanssen suena Complicated de A. Lavigne. Me hace recordar un tiempo en el que llevaba un jersey rojo con mangas acampanadas, los calentadores vaqueros y un pañuelo en la cabeza.
La pobre Inés ha trabajado sola toda la mañana, en cuanto llego me pongo ropa limpia y manos a la obra para ayudarle con el Set up. Somos las únicas que trabajamos, los demás toman el sol en cubierta. Alguno nos pregunta sin mucho afán si necesitamos ayuda, pero nos valemos solas y trabajar en manga corta es algo que a estas latitudes no estamos acostumbradas, así que lo hacemos de buen humor.
Nos dicen que el hielo está lejos y que por motivos propios de la navegación no tendremos agua para empezar experimento hasta mañana por la noche, así que eso nos permite relajar el ritmo de trabajo. Tenemos un día más para organizarnos, ordenar y tener todo listo, así que disfrutamos de un rato de deporte en el gimnasio y nos permitimos el lujo de no acostarnos muy tarde. Antes hemos conocido a los compañeros. Algunos muy simpáticos, la verdad.
El día se resume de la siguiente manera:
mañana de sol, tarde de viento, noche de olas.
mañana de sol, tarde de viento, noche de olas.
Comienza la mala mar, las olas azotan fuertemente el casco del barco, así que es ineludible el mareo, que se junta con la liberación de tensión y nervios sufridos desde que comenzó el viaje. Lo mejor es Biodramina y a dormir. Mañana será otro día aunque la noche promete ser movidita.
Lunes 20 de Junio de 2011
Durante la noche el fuerte oleaje nos ha despertado en varias ocasiones, sin mareo por efecto de la Biodramina al acostarnos, pero sintiendo los continuos zarandeos.
A las dos de la mañana, Inés, con los ojos como platos, se despierta sobresaltada. Casi al mismo tiempo yo también lo hago. Una fuerte ola nos ha hecho salir de los sueños de golpe, pero ella va más allá; cual Búho ibérico se incorpora en la cama y salta hasta el suelo. Con bastante agilidad por cierto teniendo en cuenta las horas que son, el sueño y el movimiento del barco. Me dice que pasa algo con nosequé reactivos. Cuando vuelve al camarote consigo enterarme que lo que pasaba era que pensaba que no había asegurado en la “habitación nevera” unas botellas de reactivos recién preparados y que con el oleaje pensaba que se iba a encontrar todo inundado y lleno de cristales. Sólo era un mal sueño, todo está en orden y tras su paseíto en pijama por los laboratorios volvemos a tratar de conciliar el sueño. Yo me vuelvo a acurrucar bajo el nórdico con una sonrisa ¡su serenidad era mayor de lo habitual!, este barco nos va a volver más locas de lo que ya veníamos de serie.
¡Dormimos 7 horas y media! Es todo un record. Al despertar: Biodramina con cafeína. El mar ha decidido saludarnos con su fuerte vaivén, hay muchísimas olas.
Tras el abundante desayuno escribo un mail de dudas a Johnna, que ahora se encuentra al otro lado del mundo, en Cartagena de Indias embarcada en la expedición Malaspina.
El acceso a Internet es limitado, va y viene, como el mar. Además hay problemas con el nuevo sistema informático instalado en el barco, el cual se estrena para nuestra campaña. Si Hans no se apañaba con los datos del CTD habitual, con el programa antiguo; ¡lo de intentar comprender el nuevo programa y hacerlo funcionar promete!
Por la mañana he pasado dos horas etiquetando todas las muestras que voy a recoger en la campaña. Y justo cuando estaba terminando los marineros nos han avisado: There are Dolphins!!! Delfines a proa. Un grupo de bicolores delfines que iban abriendo paso al buque, haciendo cabriolas y piruetas; una coreografía perfecta que ha terminado justo antes de que yo consiguiera sacar la cámara para inmortalizarlos, pues me había entretenido en abrigarme para no morir de congelación por efecto de un intenso viento del norte que nos daba de cara al asomarnos por la barandilla de Proa para verlos. ¡Bellísimos ellos y sus movimientos! Me sorprende que en apariencia sean “gorditos”.
Cuando se marchan bajamos por las escaleras desde la cubierta de proa a intentar recuperar en el interior del barco el aliento cortado por el frío.
La verdad es que en lo que llevamos de campaña no he hecho casi fotos, por pasar mucho tiempo en el sótano y porque fuera sólo hay agua (ni hielo, ni fiordos, ni glaciares, ni Svalbards nevadas). Además el mar está embravecido, y si él se enfada ¡a mí me da por no hacerle fotos! a modo de represalia personal.
Después de comer hemos salido bien abrigadas a cubierta a hacer el set up del agua running que recorre en zigzag los tubos de incubación de Lara (ahora de Inés), una nevera-incubadora de unos compañeros estadounidenses y finalmente desemboca en mi cubo (sencillo sistema de retención de agua para meter mis botecitos a incubar cuando empecemos a muestrear las estaciones previstas). Entre tanto una ballena pasa a saludarnos, pero es tímida y no se deja ver; sólo intuimos su presencia.
Trabajando en cubierta descubrimos lo poco listo que es Peter, un estadounidense de Ohio, con acento a lo Bush hijo que siempre ve problemas donde no los hay y no ve las cosas más obvias. Es el jefe de una italiana encantadora con la que hemos entablado buenísima relación desde el principio, además tiene un nombre precioso, Gaya.
No nos podemos creer que los baños de temperatura que instalamos ayer funcionen perfect! Además, la mitad del equipo científico a bordo piensa que es una gran idea y quieren aprovecharla, nos han pedido por favor si pueden usarlos. Nosotras, very proud of our selves, les hemos dicho que si, que los compartíamos sin problema; pues en esta campaña va a haber espacio de sobra en ellos para realizar las incubaciones.
Por la tarde etiqueto las muestras que tomaremos del perfil de profundidad para Amanda, la chica que no ha venido a ninguna de las dos campañas pero que va a tener en su laboratorio centenares de muestras que nosotras le hemos hecho el favor de ir etiquetando, recogiendo, fijando, empaquetando, transportando...
A las 18:00 hemos tenido la primera reunión para conocer el timing de la campaña, el cual irá cambiando y habrá que ir adaptándose en función de cómo vaya transcurriendo la navegación.
Tenemos todo organizado y sabemos bien cuándo y qué tenemos que hacer, cuál es nuestro papel en la campaña. Por ahora somos las que más hemos trabajado sin duda. Los demás a ratos hacen algo pero la mayor parte del tiempo leen, están con el ordenador, la tele o simplemente duermen. Muchos nos han ofrecido su ayuda o se han interesado por nuestro trabajo. Es agradable compartir con la mayoría de ellos alguna charleta de sobremesa en los sofás de cuero rojos del salón.
Hoy también ha habido tiempo para bajar al gimnasio: cinta y bici a tope. Sin tiempo para ducharnos antes de la cena hemos aparecido en el comedor con las mallas; supongo que nos hacen unas “garricas”... Vamos, que no son muy favorecedoras. Así que hemos escuchado como los marineros se reían de nuestras pintas en la cena.
Eso es otra cosa que he descubierto: en las campañas la apariencia me da exactamente igual. Hay tiempo para ir limpio y aseado pero ni tiempo ni ganas para usar secador (de hecho en esta campaña se ha quedado en Madrid), peinarse o ponerse “mona”. Llevo un mes en ropa deportiva, cómoda y abrigadita. ¡Qué lejos han quedado mis falditas y vestidines! (Tonterías que una va pensando a estas horas encerrada en un barco en medio de ninguna parte; bueno no, en medio del Mar de Barents).
Mañana muestreamos roseta a las 6:00; así que, después de cenar trabajamos lo justo para tener por la mañana todo ready to go. Una ducha y a la cama. 23:23 buenas noches desde algún lugar por el centro del mar de Barents a 74 grados Norte rumbo noreste.
Martes 21 de Junio de 2011
5:15 suena el despertador
5:45 después de un zumo y un té estamos listas para muestrear nuestra primera roseta de la campaña: agua de superficie para el experimento de metabolismo y calcificación a diferentes temperaturas (los baños de temperatura de cubierta).
Pero antes muestrean los canadienses nutrientes; así que nosotras no comenzamos hasta las siete menos cuarto. Mientras tanto nos enteramos que estamos sobre agua atlántica, que en superficie supera los 5 ºC de temperatura, esa será la temperatura de incubación de nuestro primer baño en el experimento, las otras dos serán + 2 y + 4 ºC para simular el efecto del calentamiento global. Así trataremos de instalarlo... ¡a ver si lo conseguimos!
Suena la llamada a desayunar (ya no es lo mismo sin nuestra Rambo particular diciendo siempre con el mismo soniquete: Breakfast is served) cuando yo estoy empezando a inocular el isótopo (carbono catorce) en las muestras. Así que Inés me prepara un buen desayuno y me lo deja guardado para cuando yo termine.
Son las 8:15, tengo las muestras listas para incubar, frío por trabajar en la cubierta de la pesca de arrastre para que no se me caliente el agua de superficie mientras inoculo, pipeteo, aclaro, abro tapón, cierro tapón... y hambre. Un rico y merecido desayuno me espera.
Después me busco tareas para ocupar las cuatro horas de espera hasta que pueda empezar a filtrar las muestras tras la incubación. Miro el mail, organizo cosas, preparo más disolución de carbono catorce, instalamos una red gris (tipo mosquitera) sobre los baños para simular la luz a 5 metros de profundidad que es de dónde hemos cogido el agua “de superficie”, aguantamos a Peter pululando y cuestionando nuestro trabajo por efecto de su propio aburrimiento (cual niño dando la lata al faltarle entretenimiento), pensamos cosas que necesitamos concretar con Marit a lo largo del día...
La hora de comer llega casi sin hambre, pues a media mañana hemos atacado la fuente de uvas-sin-pepitas del salón y la bolsa de cacahuetes que teníamos en el camarote. Además ya va siendo otra vez frecuente, casi constante diría yo, el brócoli y la patata hervida... dos clásicos de la dieta diaria en este barco.
Después de comer filtro mis muestras. Me lleva algo más de dos horas; la primera de ellas bastante tediosa por la lentitud de la bomba y cuando mi grado de desesperación era ya máximo, no sé ni cómo ni por qué, ha empezado a funcionar correctamente. Y durante la segunda hora he filtrado el doble de muestras que en la hora anterior; así que el sentimiento de desesperación se ha transformado en el simple calor agobiante del minúsculo laboratorio de radioactividad.
Cuando finalmente he añadido a filtros y cubetas los reactivos correspondientes he dejado todos los viales en el shaker hasta mañana, todo recogido y listo para empezar de nuevo.
Entonces eran cerca de las cinco de la tarde e Inés y yo, like squirrels previsoras hemos empezado a hacer una tarea que no era necesaria hacer hasta el último día de campaña: etiquetar baúles, comprobar que el inventario para aduanas se ajusta y en definitiva iniciar el packing para que todo este material científico vuelva a Palma. Todo lo que vayamos haciendo mejor, a ver si esta vez conseguimos no pasar la última noche de empalmada trabajando para llegar a tiempo a la descarga de baúles.
Luego, y tras casi doce horas de trabajo, ha llegado el momento gimnasio. He descubierto que en la bici resuelvo mis quebraderos de cabeza relacionados con los experimentos y salimos nuevas. Siempre he pensado que es necesario compensar el cansancio mental con el físico y realmente entre eso, la ducha y la cena, ¡todo se ve diferente!, quizá con una perspectiva más enérgica.
A lo largo del día hemos subido bastantes veces a cubierta pues los baños de temperatura no funcionan todo lo bien que deberían. Nos movemos hacia el norte, es decir, más frío. Así que les cuesta mantener las cálidas temperaturas programadas para la incubación del agua atlántica. Aún así, sólo es un calentador el afectado por el incipiente frío, el resto (bombas incluidas) funciona increíblemente bien.
Celebramos una reunión para concretar de nuevo el planning de los próximos días. Mañana, a petición de Marit, la jefa de campaña, yo tendré day off! No quiere que empecemos un nuevo experimento antes de llegar mañana por la noche a la primera de las tres grandes estaciones de muestreo en la que todos los científicos participamos y que se demorará más de 30 horas seguidas. Así que yo tengo escaso trabajo: sacar las muestras de hoy del shaker, almacenar correctamente en el congelador todos los viales del experimento 1, listos para ser medidos en Tromsø y dejar todo preparado para cuando nos digan que empezamos la primera Main Station de muestreo.
Marit ha resuelto nuestras dudas y ha aprovechado para alagar nuestro trabajo, decirnos que está gratamente sorprendida con todo lo que hacemos y con lo bien que nos organizamos y montamos experimentos. Que nos obliga a descansar para mantener la objetividad y la seguridad y que nos lo merecemos. ¡Todo un detalle!
A pesar de tener el día de mañana más relajado nos da tiempo a realizar los tres experimentos y las tres estaciones de muestreo previstas a lo largo de la campaña.
Para cenar, entre otras cosas, ha habido unos riquísimos espaguetis. Después, con el cansancio del largo día, sólo nos ha quedado tiempo para hacer algunas fotos del hielo y pasar un rato en la Instrumental room tratando de conseguir un poco de comunicación vía internet, lo cual no ha sido del todo fácil.
Nos acostamos (otro record: doce menos veinte) con el constante estruendo de los bloques de hielo chocando contra el barco y deslizándose raspando su cubierta, a escasos metros, centímetros diría yo, de nuestras cabezas. A ver si conseguimos acostumbrarnos a los empellones y al ruido y podemos dormir; que hoy, trabajando desde antes de las seis de la mañana... ¡nos lo hemos ganado!
Desde que dejamos el sol y la manga corta en Tromsø nos ha acompañado un intenso frío, ¡menos mal que en esta campaña no tenemos que pasar horas muestreando en cubierta! Pero no es sólo fuera, dentro del barco también hace un desapacible frío que cala los huesos y el alma si por despiste no te abrigas lo suficiente. Yo, para dormir hago con el nórdico la “estrategia nido de oruga” y así trato de guardar el calorcito. ¡Buenas noches!
Miércoles 22 de Junio de 2011
A las siete suena el despertador pero Inés, con muy buen criterio por cierto, me dice que si yo no tengo muchísimo trabajo para hoy que me quede durmiendo un rato más. Se lo agradezco, eso y el sándwich y yogur de desayuno que me baja al camarote cerca de las 9, hora, ya bastante prudente, en la que me toca levantarme.
Paso parte de la mañana haciendo lo previsto; dejar listos para medir los viales del experimento 1 de temperaturas. Preparo cuidadosamente todo lo que necesitaré para muestrear el agua de tres profundidades diferentes que sacaremos de la roseta cuando lleguemos a la primera gran estación de la campaña.
Durante estas tres grandes estaciones de 30 horas que vamos a realizar a lo largo de la campaña se restringe el uso de las duchas para no tener que liberar en ese momento nuestra agua residual al mar; así que nos avisan que no habrá posibilidad de ducha a partir de las tres de la tarde. Por ello decidimos bajar al gimnasio antes de comer. Estando allí, a eso de las 12:30 de la mañana se asoma un marinero (uno muy simpático que es de alguna isla de en medio del Atlántico y que siempre lleva los cascos para protegerse del ruido sujetos en la frente, lo cual le da un aspecto graciosísimo) y nos dice: There are Polar Bears outside!
Con las mallas y varias capas de forros polares y cortavientos encima de la camiseta salimos a Proa cámara en mano. Lo que vemos es tan bello y a la vez tan triste... Una mamá oso con sus dos oseznos recorre una de las placas de hielo. Estamos a 77.5 grados Norte, al este de las Svalbards, y la placa está bastante debilitada; se ven en ella los charcos propios del deshielo, y la madre se asegura de que no sean los oseznos los que se cuelan por algún agujero de la placa al mar. En varias ocasiones sus patas atraviesan el fino hielo, ella se desploma y enseguida se vuelve a incorporar haciendo a sus crías cambiar el camino hacia otro más seguro. Aquí, en una placa en medio de la nada ¿no estarán esas crías condenadas a morir? ¿cuánto tendrán que recorrer nadando, o con suerte saltando entre placa y placa, para llegar a un lugar seguro que no esté desapareciendo tan rápido y en el que puedan tener un soporte más robusto y, con mucha suerte, la madre pueda conseguir algo de alimento para ellas?
En fin, son preciosas, da gusto ver a las dos pequeñajas seguir los pasos de su mamá y esconderse tras sus patas. Seguirla obedientes allá donde ella va y esperarla pacientes cuando se aventura a comprobar la estabilidad de la placa. Nos miran, pero les da igual, ellas sólo buscan su camino hacía un lugar seguro. Desde el barco les deseamos mucha suerte y esperamos que su instinto de supervivencia les haga resistir esta situación de la que otra especie, la nuestra, es bastante culpable.
Su presencia, su belleza, su inteligencia, nos maravilla a metros de distancia. Ojalá esas crías sean capaces de ver como el hombre arregla el desastre que compromete su supervivencia. De otra manera, sin ellas, el mundo dejaría de ser tan impresionante, tan bello.
No sentimos el intenso frío, tres grados bajo cero y viento soplando con fuerza del norte, procedente de la zona de hielo “permanente”. Observar las pequeñas maravillas de la naturaleza nos ha mantenido ajenas al sentimiento de frío, pero está dentro de nuestros cuerpos y mantiene casi inmóviles nuestras manos. Nada mejor para volver a entrar en calor que regresar un rato al gimnasio, disfrutar de una ducha calentita (la última de las próximas 30 horas) y ¡a comer!
Antes del gimnasio no estaba de muy buen ánimo, el deporte y la visita de los osos, su belleza y vulnerabilidad me hacen relativizar y entonces me siento feliz de lo que tengo, lo que hago y lo que siento.
La tarde comienza con una reunión tras la que una vez más tendremos que replantearnos cómo organizarnos, cuándo intercalar los experimentos con las estaciones. Pues las dos primeras grandes estaciones van a estar muy seguidas...
Instalamos una “alfombra” de plástico blanca en el laboratorio para que Inés, agitando winklers, no tiña el suelo de amarillo y me pongo a escribir todo lo que no había redactado antes de los días transcurridos ya en esta aventura.
Ahora ya es después de cenar, he estado ideando un nuevo sistema para sujetar las redes sobre los baños de temperatura y simular la luz que hay a cinco metros de profundidad, pues pegadas con cinta aislante estaban siempre a punto de salir volando. Ahora con sus extremos atados con cuerdas lucen más bonitas, cumplen mejor su función y no tenemos riesgo de perderlas. Eso sí, hace ya varía horas de este efímero paso por cubierta para instalarlas y aún no me he repuesto del frío. Es tan intenso que corta la respiración, inmoviliza las manos a pesar de las dos capas de guantes y llega hasta tan adentro que parece imposible conseguir que vuelva a salir. Con los músculos contraídos y la nariz más que colorada sigo después de una rica cena (noodles con gambas gigantes y ajo, creo que en nuestro honor o quizá porque quería el cocinero echarles algo exótico) y un té calentito.
Nos hemos vuelto a reunir con Marit para plantearle si sería posible que mañana pudiéramos disponer también de agua de superficie para nuestro experimento al mismo tiempo de la estación prevista para las 7:30. No ha sido del todo fácil ajustar los horarios a nuestra petición, pero le ha parecido genial la idea de que cojamos agua a la vez para poder comparar resultados y finalmente tendremos que estar listas para trabajar a las 6:30 de la mañana. Lo peor de todo es que es por amor al arte... bueno, ¡a la ciencia!
En realidad para aprovechar a hacer algún otro experimento ahora que estamos en agua Ártica que sino, si esperamos más tiempo, igual ya estamos en alguna estación en la que el agua vuelva a ser Atlántica y no queremos perder esta oportunidad. Así que, casi por propia voluntad, hemos añadido varias horas de trabajo a nuestra ya completita jornada de mañana.
Por hoy aún no hemos terminado, a las 23:30 nos espera el muestreo del CTD de diferentes profundidades para Amanda.
Mientras hacemos tiempo en la Instrumental room tratando de conectarnos a internet. Aunque enseguida nos bajaremos a preparar lo que necesitamos para poder llevar a cabo mañana el siguiente experimento de temperaturas. Parece que comienza el nopararniparadormir.
Ya me he puesto al día. Ánimo y besos.
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